jueves, 8 de abril de 2021

 

¿QUÉ ES LA FATIGA PANDÉMICA?


¿Sabias que la pandemia ha incrementado considerablemente la demanda de ayuda psicológica por parte de la población? Si lo piensas es totalmente normal porque estamos subiendo mucho con esta situación. Inicialmente por el miedo al contagio y mas tarde por las dificultades que todos hemos presentado alguna vez al asumir las restricciones de una nueva normalidad que nada tiene que ver con el concepto de normalidad previo a la pandemia.

La OMS ha reconocido la existencia de una fatiga emocional o psicológica a la que se ha denominado “fatiga pandémica”  y cuyos principales síntomas son (entre otros): desánimo, irritabilidad, cansancio emocional, insomnio.

Estas manifestaciones se agravan cuando van asociadas a padecer el Covid-19, perder a un ser querido, tener dificultades económicas, o bien si hay trastornos psicológicos previos o dificultad para adaptarse a los cambios.

Nadie está exento de sufrir la fatiga pandémica, máxime cuando acabamos de atravesar un año fatídico que pasará a los anales de la humanidad como una de las peores experiencias, equiparable incluso a las guerras que han asolado a la globalidad del planeta.

La pandemia lleva implícita su capacidad de generar un estrés que provoca respuestas en la psique que abarcan desde pequeños desajustes que desaparecen con el tiempo  (inquietud, cambios de humor, apatía, irritabilidad), hasta intensas respuestas desadaptativas que se convierten en crónicas (miedo, ira, conductas evitativas, abandono de las practicas habituales, desesperanza, miedo…).
 
De todas estas manifestaciones, la fatiga destaca como un síntoma generalizado que afecta a un amplio sector de la población. Se trata de una sensación de cansancio crónico provocado por el estado de alerta permanente, el exceso de información, el alarmismo, las teorías sensacionalistas y sin base científica, y en suma el miedo.

Al hablar del cansancio de la fatiga pandémica no nos estamos refiriendo al que se experimenta cuando alguien se contagia, sino al agotamiento ocasionado por el aislamiento social, el miedo a contraer el Covid-19, la muerte de seres queridos, la pérdida del puesto de trabajo, las dificultades económicas, y en suma la incertidumbre tras perder la seguridad de lo cotidiano y el cansancio por el  estado de hipervigilancia que adoptamos para evitar el contagio. Todo esto nos convierte en vulnerables a una transición de la fatiga pandémica  a ciertas patología psiquiátricas como son la ansiedad o la depresión.

La OMS ha estimado que el porcentaje de quienes padecen fatiga pandémica está muy próximo al 60 por ciento de la población, una cifra muy a tener en cuenta.

Para atenuar esta fatiga será bueno armarse de valor y practicar respuestas ante la adversidad como por ejemplo el sentido del humor. Será beneficioso potenciar los vínculos familiares y sociales en la medida que las restricciones nos lo permitan. La opción de los contactos virtuales (videoconferencias) puede ser de gran ayuda.

Aunque pueda parecer un lugar común o suene a simples consejos de un manual de autoayuda (que, lo confieso, no son libro de mi agrado ni recomiendo nunca a mis pacientes), en esta coyuntura pandémica pueden ser útiles las reuniones al aire libre, poner en marcha actividades saludables de gratificación inmediata, retomar aficiones, jugar con niños, escuchar música, leer,  reír y, en suma, hacer todo aquello que consiga hacernos olvidar, aunque sea por un momento, lo anormal que puede ser la nueva normalidad que el destino nos ha impuesto.

¡Ánimo que cada vez queda menos!


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